martes, 20 de diciembre de 2016

GALLETAS Y ELEFANTES


E inevitablemente recordé el ruido, las nubes, la lluvia y el olor a mojado mezclado con el de la contaminación.
También volví a saborear un té de menta frío y a percibir la intensidad del olor de un té Chai caliente con coco.
Visualicé a la gente andando con prisa por una calle peatonal llena de comercios, a unos obreros agujereando el suelo y a un niñito intentando juntar algunas monedas gracias a los más generosos que pasaban por allí.
También me acordé de una galletita con forma de elefante bebé, "hecha con los restos de los restos de las galletas que nadie quiere...".
Y claro... Me recordó a mí.
Que estoy hecha de los restos de mil recuerdos y mil naufragios.
Que soy todos los pedacitos de vida y muerte que llevo a las espaldas.
 Que tengo un catálogo de alegrías y decepciones sin el cual yo no sería yo misma.
Y recordé lo salado de unas lágrimas y el sonido de unas palabras que sonaron a promesas y al mismo tiempo a mentira. Y daba igual. Siempre da igual. Porque la idea de tener un elefante era más fuerte que todo lo demás. Que la lluvia, que el ruido, que las nubes, que la contaminación, que las lágrimas...
No necesitaba nada más.
Solo ese elefante...

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